Publicado en El Mundo, en la columna Mayoría selecta, el 29 de junio de 2025.

Javier Gomá Lanzón
Es dudoso el conocimiento del bien cuando se nos presenta de forma pacífica: le falta realce por ausencia de conflicto. En cambio, si una agresión lo amenaza, lo percibimos con una evidencia inequívoca. Nos cuesta comprender la dignidad en sí, pero su atropello nos deja temblando de asco. Este sentimiento de repulsión requiere, con carácter previo, el reconocimiento de un valor positivo cuya negación nos resulta insoportable. La única manera efectiva de progreso moral radica en la educación social del asco, susceptible de ser usado para exterminar a un enemigo despojado de atributos humanos o para dotar de plena humanidad a quienes la tenían sólo en parte. El mundo va mejorando a medida que, en sucesivos actos de creación moral, confiere valor a bienes antes neutros y se escandaliza donde acostumbraba a encogerse de hombros. Ahora nos sentimos profundamente asqueados: acaso sea porque, en términos morales, estamos mejor que nunca.