Publicado en El Mundo, en la columna Mayoría selecta, el 12 de mayo de 2025.

Javier Gomá Lanzón
Igual que no podemos vivir sin envejecer, tampoco podemos vivir (ni en sueños) sin interpretar cuanto vivimos. La nuestra es una vida interpretada y esta interpretación adherida al universo de nuestras vivencias, proyectando sobre la pluralidad de ellas una unidad de sentido, es ya filosofía. En consecuencia, todos los hombres y las mujeres, por el hecho de vivir y envejecer, somos genuinamente filósofos. Cosa distinta es que unos pocos individuos, además de ser filósofos como el resto, escriban libros de filosofía, acto raro donde los haya y de índole meramente literaria. ¿Qué clase de libros justifican tamaña excentricidad? Nuestros favoritos serán aquellos que contribuyan a mejorar nuestra interpretación natural del mundo haciéndola más sutil, más perspicaz, más significativa. Porque, desbordados por la importancia de lo que nos ocurre, nos reconocemos seres insuficientes y ávidos de ofertas de sentido que descifren, aunque sea tentativamente, el enigma que seguimos siendo para nosotros mismos.