Publicado en El Mundo: 18 de mayo - 2025

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Javier Gomá Lanzón

La palabra esencia se dice de dos maneras. Aplicada a los seres inanimados, llamamos esencia a su naturaleza permanente que comparte con los ejemplares de la misma especie y se expresa en una definición: esencia de árbol, mesa, número, valentía. Esta primera acepción, de carácter intemporal, no sirve para los seres humanos, arrojados al antes y después del tiempo. Si nos preguntan quién es Julia, no contestamos con una definición –bípedo implume–, sino con una historia, la de su vida. Cuando dicha historia termina, al sobrevenir la muerte, el viviente entrega su esencia, ese aroma concentrado que dejan algunas sustancias al destruirse: «Como la fruta se deshace deleitosamente / en la boca donde muere su forma / y convierte en delicia su ausencia» (Paul Valery, El cementerio marino, V). Luego la manera de decir esencia que designa esta concentración aromática es la que conviene a la indefinible naturaleza humana: esencia como perfume.